Existe una triangulación sana en la pareja que se conforma por un TÚ, un YO, y un NUESTRA RELACIÓN. A esta relación hay que nutrirla, y protegerla también de las influencias externas que puedan afectarla, tanto preguntándonos cada uno qué podemos aportar de nuestra propia cosecha como poniendo los límites necesarios cuando el exterior pueda amenazar o influenciarla.
¿Con quién podemos contar en momentos de crisis en la pareja?
Es claro que las influencias o problemáticas internas van a afectar a la relación, y deben quedar dentro de la intimidad de la pareja para solucionarse adecuadamente y también para no intoxicarla de otras influencias. Los elementos que surjan en la relación se podrán resolver en ella misma siempre y cuando exista intimidad, comunicación, confianza, compromiso… todos estos elementos que propician un buen vínculo. Contra más nutrida esté la relación por la calidad de los aspectos que nosotros mismos aportemos, más protegida estará y más crecerá la pareja en sí. Debemos aprender a hacer rebotar toda influencia externa que ponga en riesgo la relación, poniendo los límites necesarios y una capa de protección, que será más fuerte a medida que se construya más intimidad, confianza y compromiso en la pareja.
Lo primero que debemos hacer es formar un trío. Este trío: TÚ, YO y la RELACIÓN, El orden es muy importante. Primero estamos tú y yo, con la misma importancia. Y después está la relación. Es decir. Yo tengo una vida buena y llena por sí misma, y tú tienes una vida buena y llena por sí misma. Partiendo de aquí, ¿decidimos si las sumamos para mejorarlas? No para que sean buenas, sino para mejorarlas. Si lo que ocurre es lo contrario, que la relación es lo primero y de ella nos nutrimos ambos, entraremos en una relación tóxica de dependencia emocional, ya que esa relación nos aportará lo que llena nuestras necesidades básicas. Si entramos en una relación con alguien para llenar nuestras carencias básicas, entraremos en dependencia emocional, queramos o no queramos. El resultado de ello es que nuestro estado dependerá de cómo vaya la relación. Si va bien habrá felicidad, y si no va bien habrá sufrimiento. Todo estará en servicio de la pareja, y esto llevará a una relación tóxica con muchos conflictos.
Cómo nutrir la relación desde este triángulo sano.
Yo soy como soy, tú eres como eres, y cada uno debe aportar a nuestra relación lo que esté en nuestra mano para sumar. Aportamos nuestros valores, nuestra manera de ser auténtica, y esto es lo más valioso que uno puede entregar a otra persona en una relación. Si una persona es leal, transparente, generosa, cariñosa… serán valores que va a aportar a la relación y que van a sumar. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando algo propio no beneficia a la pareja? ¿qué ocurre cuando se inicia una relación y algunos hábitos interfieren o la dificultan?, ¿nos planteamos si vamos a seguir en la misma dinámica que estando solteros? ¿qué consecuencias tendría eso en la relación?, ¿qué aportaríamos?, ¿qué no aportaríamos?, ¿a qué estaríamos dispuestos a dejar de lado o renunciar para sumar en la relación?, ¿valoramos la relación lo suficiente como para renunciar a los hábitos tóxicos o que interfieren en ella?
Si existe una relación con intimidad, confianza, pasión, diversión, etc., que nos hace reír y sentirnos bien, que nos aporta bienestar a nuestra vida… entonces podremos valorar eso que nos aporta la relación, y quizá hasta esos hábitos que teníamos pierden todo el sentido que tenían, y podemos renunciar a ello sin sentirnos mal. En cambio, si nuestra relación no tiene algunos de estos elementos y surgen conflictos ,o no hay entendimiento…quizá no esté tan claro si debemos o queremos renunciar o no a nuestro antiguo hábito. Escoger implica siempre renunciar.
Cada uno tiene sus cualidades positivas y otras que no lo son tanto. Y ¿cómo podemos aportar nosotros a la relación? Con hechos! Se ama por la conducta, así que debemos mostrar siempre con hechos lo que decimos y sentimos. Y siempre es siempre. Las palabras son muy fáciles de decir. Como se suele decir: “la teoría es muy bonita” y a veces muy simple, pero muchas veces deja de serlo si la transformamos en hechos.
La ventaja de mostrar con hechos lo que decimos y sentimos es que al ser un hecho se puede vivenciar y éste queda integrado como una experiencia. Esto conlleva el beneficio de aumentar la seguridad y la confianza en la pareja.
Hay situaciones en las que realizar algo mediante hechos no es tarea fácil y requiere un esfuerzo adicional. Es importante saber dónde está nuestro propio límite a la hora de “esforzarnos” en una relación. La señal de alarma debe aparecer cuando ese esfuerzo se convierte en un sobreesfuerzo. No es coherente con uno mismo ni vale la pena fingir una actitud, un pensar, un sentir, una manera de hacer que no va con nosotros, ya que tarde o temprano surgirá nuestra manera natural de ser y hacer. Esto podemos verlo sobre todo en el inicio de las relaciones cuando, llevados por la ilusión, mostramos nuestra mejor versión haciendo cosas que no son las habituales en nosotros, o cuando dejamos pasar conductas que nos suelen molestar. Cuando algo requiere un sobreesfuerzo, significa que tarde o temprano, cuando la mente perciba tranquilidad, estabilidad, y no esté en estado de alerta por una posible ruptura (esto tiene que ver con aspectos biológicos del enamoramiento), esta se relajará y surgirá la parte natural de hacer o no hacer las cosas, sin filtros ni máscaras.
Cuando aparece un tercer elemento ajeno a la relación.

¿Qué ocurre cuando no existe esa protección hacia el tercer elemento ajeno a la pareja? Convertir la relación en una orgía de elementos ajenos a ella hará que estos puedan influenciarla, con opiniones, consejos, o dejando que nos digan cómo debe o cómo no debe ser nuestra relación, o dejando que critiquen la manera en que hacemos o dejamos de hacer. Todo esto debe ser evitado, porque no aporta nada constructivo para la pareja. Hay ocasiones en que poner el límite tiene gran dificultad y cuesta poner un filtro. Esto suele deberse a la falta de valores propios, aspecto que crea una gran inseguridad sobre cómo estar o ser en una relación, haciendo así más caso a la opinión ajena que a la propia o a la de la propia pareja.
Pongamos un ejemplo: estamos con nuestro amigos y empezamos a hablar de nuestra relación de tal manera que ellos se sienten invitados a opinar, juzgar, criticar y hablar sobre cómo es nuestra relación. Esto va a influenciarnos, queramos o no queramos, en la manera de opinar, de ser y de hacer respecto a la relación. Estamos introduciendo toxicidad en la relación, ya que dejamos de ser nosotros mismos al 100% al tener la influencia del exterior. Hay temas que deben ser exclusivos de la pareja, son de la intimidad de la pareja, y no hay que hablarlos fuera de ella. ¿Por qué? Porque nuestra relación es nuestra relación y sólo nosotros sabemos realmente cómo es y cómo nos sentimos en ella. Las opiniones y consejos ajenos siempre estarán sesgados porque la realidad y vivencia de la relación tan sólo la poseen los miembros de la misma relación.
Es bastante común que cuando surge un conflicto se vaya a buscar la solución fuera de la pareja. Esto sólo es adecuado cuando existe un bloqueo muy grande en la relación que no permite llegar a un acuerdo o solución. Acordar con nuestra pareja que vamos a hablar con un buen amigo, o un terapeuta es bueno para desbloquear y ver algún otro punto de vista. Un punto de vista totalmente neutral.
Los problemas de la relación se arreglan siempre dentro de la relación. Si yo necesito irme fuera para hacerlo significa que no tengo un buen vínculo, ni intimidad, ni confianza, ni capacidad de comunicarme con mi pareja. Y esto debemos trabajarlo. Por este motivo la pareja es también un lugar de crecimiento.